El legendario general cartaginés Aníbal
Barca, hijo de Amílcar Barca, considerado como uno de los estrategas militares
más importantes de la historia, puso en jaque al poderoso impero romano y a
punto estuvo de cambiar la historia de Europa. De haber ocurrido, la cultura de
gran parte del continente no sería de origen latino, sino púnica, no se hubiese
hablado latín, sino fenicio, tal vez tampoco el cristianismo sería la religión
predominante en occidente, tal vez Dios sería otro y el cielo que promete diferente. La decisión
de un hombre pudo determinar la vida de gran parte de la humanidad.
¿Quién fue ese hombre?
Conocemos hasta la saciedad sus
aventuras militares, el cruce de los Pirineos y los Alpes con su ejército y los
elefantes, sus victorias de Trebia, Trasimeno o de Cannas, recreadas decenas de
veces en relatos y películas.
¿Pero qué sabemos de su juventud?
Su padre, el gran general Amílcar
Barca, maestro y guía, forjó su carácter
ambicioso y prudente, y le inculcó el
eterno odio hacia su enemigo, el pueblo romano, al que habría de vencer para
crear un gran imperio para Cartago, para
los Barca…
Un imperio para Aníbal
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